lunes, 24 de marzo de 2008

El Pais.España.

La estenografía, escritura oculta, al servicio de la nueva 'yihad'

J. M. I. - Madrid - 27/10/2007

¿Quiénes son esos 3.000 usuarios enganchados a los sitios yihadistas? Los códigos de encriptación y el propio sistema impide la identificación inmediata de este ejército de fieles que pueden consultar desde un manual de explosivos, como los incautados el pasado miércoles en Burgos, hasta una guía de cómo ir vestido sin llamar la atención para atravesar la frontera siria y llegar hasta los grupos de la resistencia iraquí. "Sólo sabemos que son varones. Ignoramos quién está ahí detrás. Hasta que no son objetivo es imposible identificarlos. El anonimato juega a su favor", reconoce un especialista de la Guardia Civil que participó en la desarticulación de la primera célula de islamistas cuya principal herramienta era Internet.

La estenografía, escritura oculta, es otro de los métodos que emplean los ojeadores en la red. Envían textos dentro de una fotografía, un fichero dentro de otro. A simple vista sólo se ve una imagen, pero allí hay una imagen oculta. "Esto se está utilizando en España", asegura un informático. En ocasiones, los ojeadores salen de sus locutorios en Pakistán y recorren España para ver en persona a sus acólitos. Van de una ciudad a otra, observan, vigilan, estudian y captan a los militantes escogidos.

¿Dónde están estos servidores que alojan a las webs yihadistas? El Middel East Media Research Institute (MEMRI), un instituto de estudios no gubernamental, ha descubierto que la mayoría de los servidores que acogen estas páginas se encuentran en occidente. "Los grandes servidores desconocen sus contenidos. Hasta que no se les avisa, las páginas están allí días, meses o años. A veces se cuelgan vídeos o escritos hasta en 500 servidores, así les da tiempo a que los baje mucha gente. Unos se cierran, pero otros no", afirma un especialista.

Cibercafé

El pasado 11 de marzo, el marroquí Abdelfatá Raydi estaba en un cibercafé de Casablanca antes de hacer estallar su cinturón de explosivos. "Rara es la operación en la que alguno de los objetivos no entra en un cibercafé", explica un agente operativo. Todos los expertos consultados coinciden en que el proceso de radicalización a través de la red es más rápido y seguro que cualquier otro.

Abu Musab Al Zarqaui, el jefe de Al Qaeda en Mesopotamia muerto en 2006 en Irak, fue uno de los primeros en descubrir el poder de la red. Lo hizo hace una década en una prisión jordana. Hasta su desaparición en Pakistán a manos de la CIA, Mustafá Setmarian, un sirio casado con una española, se convirtió en otro hábil internauta.

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