"Pretendía poner a los árabes en el salón de los espectadores israelíes", cuenta el guionista Sayed Kashua. Escritor y columnista del diario Haaretz, Kashua sabe bien que esa gran minoría del Estado judío -el 20% de los israelíes- es casi invisible: "Si no eres terrorista, tienes pocas opciones de salir en la tele". Ni él mismo pensó que su comedia, en árabe con subtítulos en hebreo en el canal privado Keshet, estaría desde el estreno entre los 10 programas más vistos. La audiencia árabe se ha triplicado estas cuatro semanas.
El guionista ha acudido para Avodá arabit a sus fuentes de inspiración habituales: "Mi mujer y el sionismo". Al protagonista, Amjad, le rodean sus muy tradicionales padres; su siempre escéptica esposa; un fotógrafo judío compañero del periódico, Meir, y la gran amiga de su mujer, Amal, una atractiva feminista árabe.
Kashua anuncia la trama de la segunda temporada: "Amjad se mudará a un barrio judío. Fracasará". Como la vida misma. El 75% de los israelíes judíos no quiere vecinos árabes-israelíes y la mitad no les permitiría siquiera entrar en su casa, según una encuesta de la Asociación de Derechos Civiles de Israel. El guionista, que vive en un piso alquilado en la Jerusalén árabe, pretende entretener. Sin más. "Incluso si a la audiencia le gustan los personajes nada cambiará. Los problemas políticos requieren soluciones políticas; y los económicos, económicas".
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